Cuando a Carlos Silveyra, secretario de redacción de Billiken, le anunciaron quién lo llamaba por teléfono no pudo evitar la sonrisa. Al otro lado de la línea aguardaba Manuel García Ferré, el creador de entrañables personajes como Larguirucho e Hijitus, el presidente de Producciones García Ferré y sobre todo, el director de Anteojito, la competencia de Billiken. Silveyra varias veces había propiciado una reunión sin conseguir su objetivo, pero ahora García Ferré le pedía un encuentro para “ver cómo viene el panorama”.
Acordaron almorzar en un bar, a medio camino entre la redacción de Anteojito en la avenida Corrientes al 1300 y la de Atlántida en la calle Azopardo. Era junio de 1982 y ambos se percibían intranquilos. No era para menos. Andrés, el Tano, Cascioli, dueño de Ediciones de la Urraca y editor de Satiricón y Humor, planeaba lanzar una publicación infantil que sacudiría lo establecido. García Ferré se mostraba preocupado por cómo se repartirían los lectores en “un mercado que no es muy grande”. Silveyra, en cambio, más que preocupado estaba furioso. Varios de sus autores y dibujantes como Laura Devetach, Raúl Fortín y Luis Scafatti, habían abandonado el equipo de Billiken para pasarse al de Cascioli. Los hombres acordaron volver a encontrarse. No fue necesario.

Cuando se habla de inventos argentinos al dulce de leche, el colectivo y la birome habría que agregarles las revistas infantiles escolares. Tanto Billiken que apareció el 17 de noviembre de 1919, como Anteojito que nació 8 de octubre de 1964 fueron productos editoriales únicos en el mundo. En otros países eran conocidas y exitosas las revistas para niños, pero no las ediciones centradas en los contenidos escolares. Todas las propuestas editoriales se basaban en historietas. Brasil ofrecía Turma da Mônica, una historieta creada por Mauricio de Sousa. Las de Estados Unidos desplegaban cómics como el Capitán América, Wonder Woman y Mickey Mouse y en Francia reinaba Pilote con juegos, alguna entrevista y las aventuras de Achille Talón, Blueberry y Astérix, entre otros.
A los inventos argentinos, habría que sumar las revistas infantiles orientadas al contenido escolar
Anteojito y Billiken, en cambio eran revistas basadas en los contenidos escolares, modelo que no se replicaba ni replica en ningún otro lugar del planeta. Si bien traían historietas, juegos y algún cuento, su esencia era la temática escolar con énfasis en las fechas patrias. Esto se reflejaba en el lema de la publicación de García Ferré: “La revista escolar más completa, útil y divertida”.
Ambas publicaciones contaban con un público bien diferenciado. Mientras la revista de Atlántida se vendía mejor en Capital y grandes centros urbanos, la de García Ferré reinaba entre los sectores más populares y en provincias con una tradición más conservadora como Mendoza. El escritor Rodrigo Fresán los individualizó en un artículo para Página/12: “Los lectores de Billiken calzaban Adidas y empuñaban lapiceras Parker, los de Anteojito metían sus quesos adentro de zapatillas Flecha y mordían plumas Scheaffer”. En esa línea, el autor asegura que «Los que pateaban con Pampero y 303 no leían nada, pero eran los que mejor jugaban al fútbol y los que ganaban todas las peleas en los recreos”.

En ese “River -Boca” de las publicaciones infantiles o para esos chicos que querían leer pero no sabían qué entró a pujar un tercer jugador: Humi.
Allá lejos y no hace tanto tiempo
“La revista para chicos la propuso Laura Linares, aquella colaboradora de Satiricón, Chaupinela y los primeros años de Hum®, junto a Raúl Fortín. Tenía historietas de Grondona White (“Bespi”) o Tabaré (“Bicherío”) y un sumario que podía incluir una entrevista a María Elena Walsh, artículos de Laura Devetach o cuentos de Oche Califa o Ricardo Mariño.
Mantenía la impronta escolar de revistas como Billiken o Anteojito -en cuanto al calendario de efemérides-, pero se diferenciaba en la comunicación con el pequeño lector -no lo subestimaba- y llevaba el estilo de Hum®. Algunas maestras la adoraron y otras se escandalizaron.”, resume Diego Igal en “Humor” el libro que se adentra en la historia de la publicación que quedó en el inconsciente colectivo de los argentinos. Por otro lado, Ediciones de La Urraca vivía un momento de esplendor y expansión con nuevos productos como El Péndulo y SuperHumor y hasta la organización de recitales en Obras.
Lanzar una revista infantil parecía un negocio excelente: Anteojito y Billiken llegaban a vender 400 mil ejemplares mensuales
En ese contexto, lanzar una revista infantil parecía un negocio excelente. Anteojito llegaba a vender 400 mil ejemplares mensuales y Billiken, solo un poco menos. Las nuevas tecnologías permitían imprimir en color por lo que la publicación resultaba más atractiva. El tema de la distribución y exhibición en los puestos de diarios, tan complejo y determinante en el mundo editorial, también estaba resuelto. Armar la redacción tampoco era complicado. Laura Linares, que se encargaría del producto, ya era parte de la editorial. Se sumarían otras tres personas además de ilustradores y colaboradores externos que ya venían trabajando en otros proyectos. Humor vendía 250 mil ejemplares y se esperaba que a Humi la compraran alrededor de 100 mil.
El primer número de Humi llegó a los kioscos el 4 de agosto de 1982. Ya desde el formato demostró que rompía moldes. Mientras sus competidoras detentaban el tradicional de 21 x 28,5 cm, Humi ofrecía la revista con ese formato, pero traía anexado un cuadernillo más pequeño, de 15 x 22 cm, con los contenidos escolares. Otro diferencial era su aparición quincenal mientras que Anteojito y Billiken eran semanales.

Si el aspecto y la periodicidad eran novedosos, sus contenidos eran absolutamente disruptivos para la época. Es preciso abrir un paréntesis para recordar ese momento histórico. Había terminado la Guerra de Malvinas con la derrota argentina, la dictadura estaba en retirada pero sus garras no. Estaban prohibidos “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano y “La revolución proletaria y el renegado Kautsky” de Lenin pero también “La torre de cubos” de Laura Devetach y “Un elefante ocupa mucho espacio” de Elsa Bornemann. En la secundaria los manuales de “Formación moral y cívica” de Roberto Kechichian eran lectura obligada y solo algún profesor muy corajudo se animaba a dar “La noche boca arriba” de Julio Cortázar.
Es en ese contexto que aparece Humi. Si las páginas de Anteojito y Billiken estaban llenas de próceres, leyendas, explicaciones, alguna manualidad, cuentos e historietas, las de Humi aparecían repletas de bichos, monstruos, caricaturas y lo más llamativo: próceres humanos.
Había terminado la Guerra de Malvinas con la derrota argentina, la dictadura estaba en retirada pero sus garras no
Además la creación comandada por Linares rompía en su lenguaje con todo lo establecido. Anteojito y Billiken eran publicaciones realizadas por adultos que se dirigían a chicos desde el lugar del saber. Sus textos, aunque más livianos que el de los manuales escolares, mantenían el registro formal y enciclopédico. En cambio, Humi saltaba ese molde con una postura alejada de lo políticamente correcto, con diversidad pero sin lecciones ni moralejas. El humor atravesaba todos los contenidos. No el humor tradicional y estructurado de la página reservada para los tradicionales chistes, algo que también detentaba Anteojito, sino el humor en todos los contenidos. Humi establecía un código de lectura novedoso, disparatado y lúdico mucho más cercano al mundo infantil. Utilizaba un lenguaje coloquial, con palabras inventadas, en lunfardo, juegos de palabras, palabras en desuso como “¡Vas a ver cosas piolísimas!”, “Allí se van a enterar de cosas descroquetantes”, “para cuando llegue la ocasión (que siempre llega) de arreglar entuertos, trapisondas… y cosas rotas.”

Otra novedad eran las actividades propuestas. Anteojito y Billiken ofrecían manualidades prácticas y adecuadas como su clásico “Cabildo para armar” o un “barrilete patriota”. Si para muestra basta un botón alcanza con leer cómo la creación de García Ferré invitaba a realizar el sombrero de San Martín. “Si querés parecerte al Libertador, vas a tener que llevar una vida honesta, tener valores morales, ser valiente, astuto e inteligente, respetuoso, desinteresado (…) Mientras tanto sintamos el honor que significa personificarlo. (…) Aquí tenés una idea para armarte un sombrero bastante parecido”. Humi, en cambio invitaba a armar un bonete que sacaba la lengua.
“Nos planteamos armar la revista que nos hubiera gustado leer a nosotros cuando éramos chicos”
“Nos planteamos armar una revista que no tuviera nada que ver con la escuela. Una revista que nos hubiera gustado leer a nosotros cuando éramos chicos”, narra Laura Linares que fue la primera Secretaria de Redacción de Humi y la persona a quien Cascioli eligió para llevar adelante el proyecto. Linares no era una recién llegada al mundo editorial ni al infantil. Había pasado por diversas editoriales, editó La Hojita e integró la redacción de Billiken. Fue en esta revista que le pidieron realizar una nota sobre el caracol. Escribió sus características, pero cuando llegó al ano le pidieron que lo sacara. Esto le pareció además de insólito, ridículo. Por eso cuando se plantearon los contenidos de Humi decidieron que llamarían a las cosas por su nombre.
“Los cuadernos acompañaban el programa escolar pero de un modo menos aburrido. No porque queríamos ser graciosos pero sí menos solemnes”. Los ejemplos abundan. En el suplemento sobre Sarmiento publicaron algunos párrafos de “Recuerdos de provincia” pero a pie de página un bicho afirmaba: “Doña Paula, la mamá de Sarmiento era muy buena” y otro le contestaba: “Era buenísima, para aguantar a un chico que nunca faltó a clase”. Como manualidad para regalar a los maestros proponían realizar “El gusano chupamedias”. “Solo que dentro de la manzana encontrarán una visita. ¿Gritarán de horror? ¿Se les pararán todos los pelos?”.
Para integrar el equipo de redacción, Linares convocó a Ema Wolf que además de una increíble autora era su amiga. Raúl Fortín era el director de arte y Juan Manuel Lima, el diagramador. “Le presentamos a Cascioli un prototipo con las ideas que se nos ocurrieron. No miramos la competencia. Nos poníamos a pavear y lo que se nos ocurría lo hacíamos”, cuenta Linares desmitificando sesudos estudios de mercado, análisis de marketing o focus group. Porque a veces en el mundo editorial solo se trata de tener una buena idea, creativa, original y un editor dispuesto a arriesgarse por ella.
Humi contaba además con colaboradores de lujo: todos los dibujantes de la Urraca. Tabaré, Marín, Izquierdo Brown, Carlos Nine, un joven Fontanarrosa, Caloi eran algunos de sus habituales colaboradores. Artistas que aceptaron la propuesta de cambiar su registro de adultos por otro infantil y donde el humor disparatado era regla.

“Nuestra idea no era adoctrinar a los chicos. Tampoco queríamos una revista que fuera un híbrido que no conformaba a nadie. Hacíamos lo que nos parecía y divertía, lo que sentíamos que queríamos leer y querían leer los chicos. Era divertido ver como ellos ven el mundo y eso era lo que reflejábamos. No se nos ocurría bajar línea. Si tenés ética ya tenés ideología”, señala Linares. La editora da un ejemplo. “Cuando los chicos entran a una cocina mezclan todos los ingredientes, usan todos los utensilios y sale una creación única y disparatada. Eso queríamos para Humi”.
Si el mundo de Billiken y Anteojito era dirigido a los chicos, el de Humi estaba protagonizado por ellos. Hay cuentos ridículos, chistes tontos, comentarios sin sentido: “Si te regalan una lagartija para tu cumpleaños o tenés la suerte de encontrar una en el costurero…”, “La araña piensa que nosotros estamos colgados del piso”.
Humi tenía dibujantes de lujo: Tabaré, Marín, Izquierdo Brown, Carlos Nine, Fontanarrosa, Caloi y hasta Cascioli
El chico era el destinatario pero también se lo invitaba a participar. Anteojito y Billiken no tenían incorporada una sección de lectores o a lo sumo publicaban dibujos; Humi en cambio pide que le manden “adivinanzas, chistes, recetas, colmos, murgas, sobrenombres, mentiritas graciosas… basuritas, ¡bah! pero ¡que den risa!”. Dan consignas como “¿Qué consejo le darían, chicas, a la muy jamona para que se volviera flaquita y liviana como una caléndula?”. En una edición aseguran que les regalaron un zorrino, pero no saben con qué alimentarlo, y les piden a los lectores ayuda. En los siguientes números continúan contando cómo sigue el asunto de Gervasio, el zorrino, y publican las sugerencias que recibieron.

Humi encarnaba una manera distinta de entender y sobre todo meterse en el mundo infantil. Quizá por eso, Juan Lima, su diagramador, la recuerda como “una islita dentro del periodismo gráfico infantil de aquellos años. La libertad creativa, el desparpajo, la reflexión crítica, la ampliación de los límites de lo que podía y lo que no se podía publicar en una revista para chicos, y la puesta en valor de la imaginación fueron sus principales aportes creativos” y amplía “La revista era conceptualmente disruptiva y demandaba también desde lo visual aportar un sacudón. No he vuelto a ver revistas infantiles con un lenguaje, textos e imágenes, tan desaforadamente transgresores. Las ilustraciones de Nine, Limura, Jorge Sanzol, María Alcobre, Patricia Breccia, Tabaré, entre muchísimos otros, son emblemáticas de la idea que nos movilizaba”.
Entre los colaboradores permanentes de Humi se encontraba Oche Califa, escritor y periodista. Al recordar su tarea destaca el trabajo de Laura Linares y Ema Wolf que no confundían “desparpajo con grosería” y que buscaron la humanización de los próceres en vez de seguir el criterio de la historia oficial. Señala que “era una revista para nosotros, para nuestra satisfacción y regodeo. Sentíamos que estábamos creando algo distinto”.
Oche comparte que le daban una gran libertad para proponer temas o secciones. Si bien debían contar con la aprobación final de Cascioli tanto Linares como Wolf incentivaban continuamente lo nuevo y creativo.
Humi no confundía “desparpajo con grosería” y que buscaba la humanización de los próceres
Ese desparpajo también se respiraba en el ámbito editorial. Entrar a la redacción de Anteojito era ingresar a un mundo de alegría, pero recatada. García Ferré era famoso por las buenas condiciones económicas y laborales de su editorial. Pagaba sueldos altos lo que no obligaba a sus redactores a buscar trabajos paralelos. La redacción cerraba durante el mes de enero por lo que todos disfrutaban de un mes de vacaciones. El trato con él era diario, amable y personal y sus reglas, claras. No le gustaban los gritos ni las conversaciones estruendosas porque aseguraba que en ese clima no se podía trabajar. Por eso, al entrar en el piso 10 de la avenida Corrientes llamaba la atención el silencio. Un silencio que no implicaba miedo ya que las bromas y el buen clima eran cotidianos, pero sin “jaleo” ni “jarana” como las denominaba el creador de Hijitus.
Humi era lo opuesto. Las bromas, la informalidad eran casi parte de la jornada laboral. Lima recuerda que “nos juntábamos Laura, Ema y yo, e inmediatamente armábamos algún tipo de juego: carreras con los sillones, patinaje sobre hojas A3, guerras con gomitas, cinchadas…”. Ese clima lúdico luego se trasladaba a las páginas de las revistas. Si pudiéramos hacer un paralelo con el ámbito del aula, en Anteojito estaban los buenos alumnos que iban a la bandera y en Humi, los alumnos creativos, esos que se la pasan tirando avioncitos pero que cuando el maestro los llamaba siempre sabían la respuesta correcta y encima nos hacían reír. Eso sí, ambos eran grandes compañeros.
Un fenómeno editorial no tan fenomenal
En tiempos donde las editoriales se sostenían por el número de ejemplares vendidos y no por los ingresos de publicidad, Humi aspiraba a lograr una gran cantidad de lectores pero no todos los lectores. Su fuerte eran las clases medias urbanas, el AMBA y Córdoba; su público no era el más conservador ni tradicional. En ese sentido nunca fue competencia de Anteojito y así lo recuerda Julia Pucci, su Secretaria General de Redacción: “Fue una publicación hija de Humor y con talentosos escribas que apelaron a otro enfoque del periodismo infantil. Nunca compitió con Anteojito, compañero de la escolaridad sino que fue periodismo libre y divertido. La recuerdo como una revista ingeniosa y divertida que incluso se atrevió a un formato pequeño y manejable”.

Así como Billiken y Anteojito se centraban en lo escolar, Humi se animó a desescolarizar. Separó sin disimulo lo que era lúdico del contenido que se impartía en las escuelas. Por un lado, la revista con la lectura como juego. Por otro lado, el suplemento “Los cuadernos de Humi” que presentaba los contenidos escolares. “Buscábamos atrapar a una generación de docentes jóvenes ávidos de nuevos contenidos”, señala Califa. Así podían mezclar “Un encuentro con Horacio Quiroga”, autor que forma parte de las propuestas tradicionales con la presentación de la vida y obra de María Elena Walsh, en un reportaje inventado porque “Hagan la nota sin mí, que les va a salir mejor que conmigo”.
Es que como señala Natalia Méndez, docente y editora especialista en libros infantiles: “Humi se dirige a un público infantil curioso y ávido de cosas para hacer, que le gustan muchas más cosas además de leer y de ir a la escuela, que disfruta de su tiempo y de sus amigos” y agrega “lo más destacable no es el manejo de una estética y un uso del lenguaje diferente –que en cualquier caso es también valioso e interesante fuente de análisis– si no, principalmente, el hecho de que en Humi se maneje y se presente un código de lectura novedoso en relación con los mensajes más tradicionales dirigidos a la infancia, y que abre camino para una postura crítica de los discursos”.
Cascioli recibía cartas de maestros y directivos indignados
La desacralización de autores y próceres, la ruptura con la historia oficial eran parte de sus fortaleza, pero a la larga se transformaría en una debilidad. En 1983, Patricia Fernández era una maestra recién recibida que ejercía en una escuela parroquial de la localidad bonaerense de Haedo. “Recuerdo comprar Humi y llevarla a casa. Mi mamá, una persona muy buena, no era de risa fácil. Leía todo lo que caía en sus manos aunque no había podido terminar la primaria. Me acuerdo que comenzó a leer Humi y estalló en carcajadas algo que me asombró. Después me pidió que la siguiera comprando aunque me hizo una pregunta advertencia: ¿No le pensarás llevar esto a tus alumnos, no?”.

La anécdota pinta un poco lo que sucedió con el producto de Cascioli. Por un lado, despertaba la risa, la curiosidad e incluso lograba que el adulto se volviera a conectar con ese niño que fue. Por otro, provocaba el temor de romper con lo establecido, con lo tradicional. Linares recuerda que les llegaban cartas de docentes felices pero que Cascioli recibía otras de maestros y directivos indignados que se dirigían directamente él y ya no a su equipo. “Las cartas enojadas nos hacían reír. El problema era de los maestros, no de los chicos”, asegura Linares.
“Humi fue una renovación interesante sobre todo en la perspectiva histórica. Era una bocanada de aire fresco luego de cómo se relataron los procesos históricos en la dictadura. También tenía una renovación sobre la ciencia. Una revista de humor para niños totalmente novedosa. Los maestros sabíamos que tenía una mirada crítica, desafiante, algo perturbadora en términos de ruptura con lo que habitualmente estábamos acostumbrados a trabajar. Siempre recuerdo el relato que hicieron de Sarmiento como un gordito cascarrabias que se agarraba a las pedradas con sus amigos y yo lo utilicé en un relato del Día del Maestro como algo que desacralizaba a los próceres”, explica Alberto Iardelevsky, profesor para la enseñanza primaria, Licenciado en Ciencias de la Educación y docente de Administración de la Educación en la Universidad de Buenos Aires.
Cambia no mucho pero cambia
En mayo de 1983, Linares y Wolf dejan la revista. Wolf había tenido un problema con Cascioli. El Tano era famoso por su temperamento volcánico y le pidió a Linares que la despida pero ella se negó. Secretaria de Redacción y editora se fueron y asumió Leticia Uhalde que hasta ese momento era colaboradora. Uhalde era maestra y psicopedagoga por lo que priorizó los contenidos escolares. Bajo la nueva gestión, en la portada el lema “La revista grande de Humor infantil” dejó paso a “La revista infantil para crear y aprender”.
Con el cambio de dirección, los contenidos escolares comenzaron a ocupar un lugar más preponderante
Con Uhalde, la publicación perdió un poco de ese mundo disparatado y novedoso. Se conservaron las historietas como “Bespi”, “El dibujante metió la pata” y “Bicherío” pero los contenidos escolares comenzaron a ocupar un lugar más preponderante y un poco más tradicionales. Aparecen las figuritas para recortar y pegar en los trabajos escolares. Las cronologías toman el lugar de contenidos más disruptivos.
En la portada se ve por primera vez la figura de un San Martín tan tradicional como reconocible en vez de las caricaturas de Nine. No obstante el contenido sigue diferenciándose con la historia oficial. Mientras que Anteojito, el 12 de Octubre prioriza la figura de Colón, Humi resalta a los aborígenes americanos como “Los dueños de la Tierra”.

Lo mismo ocurre con el tratamiento dado a la figura de Manuel Belgrano donde se insiste no en su figura de militar sino en el hombre comprometido con país. Se invita continuamente a realizar una conexión entre ese pasado y ese presente. También aparecen próceres hasta ese momento ignorados como Güemes o Artigas.
Como señala Marco Antonio Rodríguez en su trabajo “Humi, la revista de la vuelta”, otro tema que ejemplifica la tensión entre la tendencia “transgresora” y la “adaptación escolar” es el tratamiento dado a un tema tabú para el ámbito escolar: la educación sexual. La presentación del cuadernillo es esclarecedora para interpretar la dificultad que representaba tratar el tema: “A algunas personas grandes les cuesta hablar de estos temas con los chicos. Porque durante muchos años se pensaba que ‘estas cosas’ no debían saberlas los chicos: ¿por qué eran malas? ¿por qué eran difíciles? ¡Uy! Por muchos motivos. Pero hoy sabemos que sobre los sentimientos, el cuerpo, el amor, los hijos… todos podemos hablar, ya que son parte de la vida”.
Otro tema que ejemplifica la tensión entre la tendencia “transgresora” y la “adaptación escolar” es el tratamiento dado la educación sexual
La ilustración también es clara y comprensible alejada del estilo representación anatómica de los libros de texto. Además explica qué es hacer el amor “una comunicación donde los besos, las caricias, las palabras se funden en un juego”. De este modo, el placer está presente y no solo la sexualidad con fines reproductivos.
Qué grande ha sido nuestro amor y sin embargo…
Única, distinta, transgresora y creativa, sin embargo la revista dejó de salir luego de apenas 39 ediciones, en junio de 1984. Buceando en las causas de su cierre se encuentran varios factores.

“Cuando cerró recibimos una catarata de cartas pidiendo que siguiéramos. Pero eran como esas hinchadas fervorosas que te alientan, pero son minoritarias”, reflexiona Califa, “las expectativas de venta de Humi eran altas y no las cumplió. Llegó a vender cien mil ejemplares pero luego fue bajando y dejó de ser redituable”.
Si Humi había comenzado tan bien, ¿por qué terminó tan pronto? Pablo Colazo fue director de Billiken y es el actual director de Genios. Conocedor como pocos del mercado infantil y del mundo de los ilustradores también ensaya su respuesta. “Las ilustraciones de Humi para los que amamos la ilustración eran maravillosas. Las tapas de Nine eran incomparables. Era muy creativa pero en el lado escolar fallaba. Las maestras no estaban convencidas de sus contenidos”. Para reforzar su opinión brinda un dato. “La revista era espectacular pero vos ibas a la escuela y en la cartelera escolar el póster que estaba colgado era el de Billiken o Anteojito con San Martín cruzando los Andes en un caballo blanco y no recostado en una camilla”. Colazo cree que Humi fue como las revistas de cómic. Hermosas, creativas, pero para un público reducido.
«Era muy creativa pero en el lado escolar fallaba. Las maestras no estaban convencidas de sus contenidos»
“Anteojito y Billiken estaban muy consolidadas y seguían el currículo de la escuela de una manera clásica. Traían figuritas, tenían imágenes tradicionales y eso al docente le podía dar cierta seguridad”, reflexiona Iardelevsky. “En segundo lugar las transformaciones de la cultura en la escuela no se logran de un día para otro, se llevan paso a paso. Pasar de un lugar de estabilidad, equilibrio y seguridad implica estar dispuesto a correr el riesgo de cierta incertidumbre frente a lo nuevo, lo desconocido y la imposibilidad de saber los resultados frente a algo no probado aún. No creo que los maestros no la aceptaron, tal vez Humi no logró la continuidad en el tiempo para que entre la prueba y ensayo se estabilizara como un material de referencia. Siempre está el que prefiere las tradiciones a las innovaciones” concluye el especialista en Educación.
Por su parte Silveyra asegura que hubo mucha expectativa antes del lanzamiento pero que poco a poco se diluyó porque estaba destinada a un público al que define como “progre” y “culturoso” y por otro lado, los lectores de ese momento no toleraban demasiadas libertades. En ese sentido, Los Vergara, en sus espectáculos describían con precisión de juglares los destinatarios de cada publicación: “Anteojito es peronista, Billiken radical. Humi es psicobolche y Cosmik, liberal”.

“Fue un producto que al final no se pudo sustentar”, reflexiona Linares, “No terminó siendo para la escuela. En realidad fue mágico que se haya vendido tanto”. En 1991, Cascioli la llamó para relanzar Humi pero no alcanzaron a las siete ediciones. “El humor ya no interesaba tanto, además la editorial pasaba problemas económicos y no se pudo sostener”. Lima es más tajante con su opinión acerca del cierre: “Generamos estupor y rechazo en los marcos conservadores de las editoriales, directivos escolares, muchos docentes, potenciales avisadores espantados, núcleos familiares lectores de la revista Humor pero suscriptos acríticamente a Billiken, etc, y ni hablar de los funcionarios de Cultura del momento. Era 1982”.
Si volvemos a repasar los contenidos Humi era la revista que pedían los chicos, pero Anteojito y Billiken era la revista que compraban los padres. Comprar Humi implicaba diversión y en el caso del contenido escolar, sentarse a reflexionar con los chicos. Las creaciones de García Ferré y Atlántida eran previsibles. En tiempos sin web si un padre debía ayudar a último momento a terminar la tarea escolar sabía que iba a encontrar las respuestas tradicionales a las preguntas tradicionales, la figurita necesaria y la leyenda sin cuestionamientos. Humi era el recreo, Billiken y Anteojito, la clase.
«Generamos estupor y rechazo en los marcos conservadores de las editoriales, directivos escolares, muchos docentes y potenciales avisadores»
A pesar de su corta vida, Humi quedó en la historia de las publicaciones infantiles. En Facebook existe un grupo en “Homenaje a la mejor revista infantil de la Argentina. Entre 1982 y 1983 se publicó la mejor revista infantil del mundo. Si, la afirmación es temeraria, pero aquellos que la conocieron pueden dar fe. Lamentablemente no quedan muchos ejemplares dando vueltas por ahí, porque a diferencia de otras revistas para pibes que quedaron juntando tierra en algún cajón, Humi estaba hecha para ser recortada, dibujada, pegoteada; en fin, era un verdadero juguete”.
La publicación de Cascioli además marcó un camino. Hasta su aparición, Billiken compraba historietas extranjeras. Se publicaban algunas argentinas como “El Mono Relojero” o “Las aventuras de Pi-Pío”, pero eran pocas. “Se hacía difícil sostener historietas semanales. Adquirirlas afuera garantizaba la continuidad”, explica Silveyra. Pero a partir de las publicaciones de Humi los editores empezaron a encargar historietas nacionales. “Se jerarquizó, se mejoró la calidad de lo que existía, además sus creadores que hasta ese momento se dedicaban mayormente al público adulto habían aprendido a realizar historias para chicos”.

Colazo cuenta que a partir de Humi se comenzaron a pedir trabajos a ilustradores e historietistas argentinos como Marín y Meiji. También se empezó a buscar ilustraciones que representaran a los próceres de un modo más cercano y no como aseguraba una editora de Genios “modelos de Pancho Dotto”. La desacralización de los próceres que comenzó Humi encontraría su esplendor creativo, comunicativo y también masivo en el canal Paka Paka y en ese personaje entrañable que es Zamba. Los próceres salieron de los “altares de la patria” para ser personas ordinarias que actuaron de manera extraordinaria y por eso se convirtieron en héroes.
«Casi no quedan ejemplares porque Humi estaba hecha para ser recortada, dibujada, pegoteada; en fin, era un verdadero juguete»
Otro aporte de Humi fue diferenciar lo lúdico de lo escolar mediante un suplemento. Algo que adaptó Billiken y hoy mantiene Genios.
En cuanto a los textos también hubo una pequeña revolución. Oche, Wolf, Mariño se convirtieron en representantes de una nueva camada de autores que revolucionó la literatura infantil y dio paso a un verdadero boom de creaciones que incentivaron el placer de leer por leer. Algunas editoriales como Aique se animaron a incluir textos de esos autores en los libros escolares y salir de los tradicionales, conocidos y repetidos. Colecciones como “El pajarito remendado” de Colihue y Ediciones del Quirquincho se convirtieron en referentes de una literatura infantil nueva y creativa, pero también crítica, profunda y capaz de leer entre líneas y con ironía.
Silveyra y García Ferré no se volvieron a encontrar. Andres Cascioli falleció el 24 de junio de 2009 y Manuel García Ferré, el 28 de marzo de 2013. Nine, Sanzol, Fortín y Limura, creadores indispensables de Humi también fallecieron. Anteojito cerró en el año 2000 y Billiken languidece tratando de convertirse en contenido digital. En la web hay dando vueltas varias páginas de fans de Humi y este mes saldrá un programa de tv digital, con cinco capítulos dedicados a la revista de ediciones de La Urraca. También hubo programas variopintos en radios y tesistas de distintas carreras y universidades, que la redescubren. En MercadoLibre se ofrecen varios números de Anteojito y Billiken, pero solo uno de Humi, eso sí triplica el valor de sus competidoras.
Hoy los chicos ya no buscan revistas para completar sus tareas. Van directo a Wikipedia. Sin embargo, si a algún periodista le piden que investigue qué fue Humi, irá al archivo, volverá a leerlas y estallará en carcajadas genuinas. Humi fue una revista distinta para un país que empezaba a ser distinto, pero sobre todo fue una revista hecha por un grupo de ilustradores, periodistas y editores que se divertían, ganaban masomenos bien y amaban lo que hacían. Y se nota
Casciari, discípulo de Humi
Hernán Casciari es escritor. Según la Wikipedia consiguió su primer trabajo como periodista cuando tenía 13 años. Pero, según lo que él mismo relata en este video, su primer contacto con el mundo de la escritura fue esa vez que se animó a escribir un chiste y mandarlo a la revista Humi y se lo publicaron