
En este libro se pasa revista a los Mundiales que jugó Argentina o -mejor- a los Mundiales que jugamos, por radio, por la tele, en vivo o de memoria, de oídas o por rebote familiar. La versión no puede ser sino personal, sentimental en el mejor de los sentidos: qué me pasó a mí -de pibe, de adolescente, de muchacho, y ahora ya veterano- cuando esos campeonatos del mundo nos pasaban a todos por arriba y por adentro. Los datos precisos respecto de planteles, resultados, jugadores, fechas y partidos quedan a un lado, fuera del relato, no tienen que ver sino como paisaje, escenografía. No conozco felicidad más desgraciada. Pero sabemos que vale la pena.